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jueves, 1 de octubre de 2015

Cuando llegué a Chile...

Cuando llegué a Chile hace algo mas de un año y ocho meses, no conocía a nadie. Solo a un matrimonio con el que compartíamos algún fin de semana y algunos ratos libres. Ellos nos abrieron las puertas de una nueva comunidad a la que poco a poco fuimos perteneciendo. Una comunidad con muchas ganas de ayudarse y de divertirse.
Cuando llegué a Chile, llegué llena de ilusiones y con la mente abierta... Con la mirada en dirección a nuestra nueva vida.    Con mis ojos mirando a los ojos de las personas que formarían parte de nuestra nueva vida. Una vida que poco a poco se ha ido haciendo, y se ha vuelto nuestra nueva vida. 
Hoy, tengo nuevas amigas, grandes amigas a las que quiero y admiro. Con las que tomo café y me río, con las que voy al gimnasio y sudo... Y me agoto... Amigas con las que lloro mis penas, penas que, a veces son comunes a todas. Con las que mitigo mi añoranza por los míos... Con las que comparto buenos momentos, y cuando hay malos momentos, nos apoyamos. Nos consolamos. Nos ayudamos. 
Me siento afortunada de habernos cruzado en el camino y, ojalá caminemos juntas mucho tiempo, allá donde estemos. 
Estar lejos de tu gente y de tu vida y tus costumbres es difícil, pero cuando tienes al lado a alguien que comparte contigo tus sentimientos, es mucho más fácil.
Gracias chicas, gracias por los cafés, por las risas y los llantos, por estar ahí siempre que lo necesitamos.